LA ARQUITECTURA COMO ESPACIO PERSONAL: ESTILO, ORNAMENTO, Y DISEÑO ESPACIAL; MIA, JEYSHAMARIE, CLAUDIA




        La arquitectura contemporánea trasciende la mera construcción de espacios físicos; se convierte en un arte que provoca experiencias emocionales profundas. En este sentido, la tesis que se defenderá es que el diseño arquitectónico, a través de su manejo del espacio, el estilo y el ornamento, tiene el poder de evocar emociones significativas y conectar a las personas con su entorno. La creación de espacios no solo responde a necesidades funcionales, sino que también busca transmitir calma, inspiración y pertenencia.

        La primera proposición que apoya esta tesis es que el espacio arquitectónico debe ser entendido como un elemento primordial en la creación de experiencias sensoriales. Esto se refleja en el trabajo de arquitectos como Peter Zumthor, cuyo diseño de los baños termales de Vals transforma un edificio común en un refugio de meditación y bienestar. La variación en la volumetría y la materialidad de estos espacios no solo cumple con un propósito funcional, sino que también establece un ambiente propicio para la reflexión y el descanso.

        La segunda proposición se centra en la importancia del estilo y el ornamento como elementos que enriquecen el significado del espacio. El estilo, entendido como una expresión única de identidad, y el ornamento, que refuerza valores culturales, trabajan en conjunto para crear un diálogo visual que trasciende lo superficial. En este contexto, la ornamentación no es solo decorativa, sino que se convierte en un vehículo de significado que conecta a las personas con su historia y sus tradiciones.

        Tanto el manejo del espacio como la integración del estilo y el ornamento son fundamentales para la creación de una arquitectura que no solo sea funcional, sino que también resuene emocionalmente con quienes la habitan. La relación entre estas proposiciones apoya la aseveración de que un buen diseño arquitectónico debe considerar no solo lo físico, sino también las experiencias y emociones que puede evocar. Así, la arquitectura se convierte en un lugar donde “el alma puede habitar”, celebrando la conexión humana con el entorno.


 

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